Friday, December 19, 2008

A Manual Acuña / Animos, Manuel / A la partera doña Monsa

Y así es la vida en incesante vuelo...
cuando el duelo asoma en lontananza
... no puede reflejar ni la esperanza
:
Manuel Acuña


Están ahí, mamacallos con sus bocas abiertas
de alegría y postín y antojo, burlones,
Manuel Acuña, de tu muerte.
Sátrapas, sin respeto
por las escépticas maniobras
de tu vida atormentada.

Se mofan, genocidas, codiciosos,
cuando el prójimo desgasta
los tejidos del deseo, sus prepucios
en la cueva, sin delicia.

Los que son como tú, tiernos,
pequeños, sin madurez todavía
y con manos frías de bala y de suicidio
caen, se eliminan ex profeso,
no vencen el olvido.
En lástima, unas horas perduran.
No ha de extrañarlos nadie.

Se alegran los prevaricadores,
el canalla al mando,
el migajero de luces.

Dejaste en la cueva, tu cadáver
sin ninguna gloria, Manuel.
La muerte es neutra y vacía.
Quien se mata, como animal,
o fiera sin descanso
se pretende.


Las zonas del carácter: Indice

Animos, Manuel

Era yo, era yo.
No fue Novalis con sus flores azules.
No fue adelanto en llanto o dulce profecía;
no fue la reverencia a las noches románticas
de bohemia y tragos y poemas;
era yo, echándote la biga,
recordándote que el rebaño es invención
de los canallas y adaptarse, manipulación
de John Locke y doctrinas bestialistas,
alimañas thomas hobbeanas,
ácaros inmundos de sensorial certeza;
pero estabas tú,
gozosamente entretenido con la angustia,
atento al gargajo que te tiran,
aún idealistas del descreimiento
y junto a tí el coro
de tuberculosos de la fe perdida.

Un funeral propusieron
con rito de congojas
y amor friolento
y volví a pedir:
reacciona, Manuel,
acuña la alegría, tú amaste a Lola,
«bella, cariñosa, anhelante»,
amaste a Elvira, a Laura, a Rosario,
a Merced adorada, Manuel,

poeta de nocturnos.

¿Valdrán ellas un poco más de vida?

Indice

A la partera doña Monsa

Yo soy tu hijo también,
Monsa zorruna, benefactora
de los primeros arrullos.
Cortaste mi ombligo, recibí tu nalgada,
me amarraste el ser con la vida.

¿Qué importa quién fue mi padre,
si él sedujo a Rea Silvia
en el monte sagrado
del poder en bandidaje,
o festejó el asalto
desde un sueño menos turbio
que la ira?

Lo que importa es que nací
y navegué en su vientre
y en mí distribuyeron su realidad
con fecunda alegría...

Ahora estoy en el suelo
y tengo el propio y el ajeno sustrato
y Doña Monsa ha filtrado
bendición a mi semilla.

Mi presencia está en la casa;
lloro en los espacios,
aún con ojos cerrados,
y sigo vivo, con el olor a Lupa
en el recuerdo, y la gemela batalla
con serpientes de mi ecología.


09-12-1990 /
Las zonas del carácter: Indice

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