Wednesday, December 17, 2008

La mujer y el regreso / Arquándola


El regreso llama
a ojos cargados de deseo.
Es lo más bélico que tengo
este regreso
este regreso.

Se van a fornicar los instantes
uno a uno y la fe será el brinco
(casi leptón, o quark visible
por el éxtasis y ser cabeciduro,
acostado sobre el poema
o una canción de silva).

A la mujer se verá
cuando la mente muera
y con ella la muerte del rechazo
y de las normas que oprimen.
Se la verá directamente en el ombligo
y se irá a besarla.

Quiere él, el baby boomer
que salió de la cariátide,
hallar una mujer y echarla al agua
y con ella, ser pez otra vez, volver a serlo
y secarse las mejillas con su volcán
y lanzar piedras de amor
a sus nalgas, porque el Acuarius
la accede con retornos
y el aquí es libro abierto
y una toalla
y el allá sigue vírgen, in situ,
y ella llora, pero, ¿quién es
sino él? ... quien tendrá que ver tus lágrimas,
y ceder y esquivar y volver y entregar
y recoger el misterio y las maravillas;
y nacer para tí; ella, penosa, hostil, azorada,
se va y luego vuelve,
pero siempre juntos, buscándose.



2.

Los hombros ya al fin se han esparcido
(que venga la Magestad de lo Divino)
y haya abrazos y retornos y derrames.
El fin no es la detención del movimiento.

Todo entra y se va
con la forma de pinga
al fondo del secreto y el enigma, dionisíaco;
todo regresa eclosivamente,
con espasmos y los pelos mojados,
la evidencia,
y salpicados los glúteos,
la hembra llora, al mismo tiempo canta.

Los hombres terrenales se dicen
somos míos, somos tuyos, eternidad.
Se van como rodines, se van
hasta las nalgas, se endurecen
como pernos, las perforan
y como globos se hincharon los senos
y los pezoncillos son tapachines
de los besos, pirulíes, pilones rojos,
tapaderas, mamilas...
y se van y se regresan a las manos
y la boca y las costillas se erotizan
y escuchan el corazón dando tumbos
y a veces, cómo silva o se arritmia
endemoniado porque olvidó
la delicia de su danza
y prefiere subir a los muslos
y ponerlos en alto y señalar al tobillo
de la niña pernialta, a sus talones
como si fuera una luna o un árbol.

17-03-1990 / Memorias de la contracultura: Indice


Arquándola

La sed de ser que eternamente se edifica
cuando se arquea el espinazo,
la verifica el hombre al quebrar la muchacha
y que encima o abajo empuja
con la polla, inflada o muerta a veces
y ella que vuelve
para ser la cima y, en el fondo, el zumo.

El himen vulnerable, botín
y campo de batalla, los dos
y el amor un camastrón,
un zorro pingo que cinga, aquí y ahora,
y de la carne se desfleca el futuro,
sin terminar su presente todavía,
pero el eterno retorno de Dioniso
es la presencia eterna
y el niño que apetece
la charca del sustento
y la identidad femenina y misteriosa
de la diosa madre bajo tierra
orgásmica, lujuriosa,
que vuelve
y se va
y se viene.

03-09-1990 /
Memorias de la contracultura: Indice
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